Hipertexto

  (Relato apenas autobiográfico.)

 

 

abia una vez... ¡un príncipe!, dirán en seguida mis pequeños lectores.
 

No, no en esta ocasión. Había una vez, repito, un señor llamado Saussure, famoso en toda la comarca por tener dos esposas, cuyos nombres eran Langue y Parole.

 

Parole era menuda y simple; admiraba a Langue y casi podría decirse que la amaba. Langue era alta, bella, soberbia. No soportaba a Parole y la humillaba cada vez que se le presentaba la oportunidad.

 

II

 

A Parole le agradaba escribir y solía entregar sus manuscritos a Langue, quien inexorablemente los desdeñaba con una larga serie de ácidos comentarios:

 

"Hete aquí nuevamente -Parole, Parolette, Parolaccia-, páupera narradora nulisciente, con otra historia tan utópica y ucrónica como todas. ¡Tu glosopléjica obliteratura! Amanuís para entretenerte: demónica y trapélica sos, tus métodos son logorrágicos y a menudo escatólicos.

 

Estás anquilosada en tus propias univocidades. Y además, al escribir cuentos de amor, anagramás el concepto: el amor es el cuento. El resto es anacoluto."

 

"¡Oh, Dios!", suspiraba Parole, lamentando su suerte.

 

III

 

Otras veces, las críticas cedían paso a una cantinela de consejos:

 

"Vamos, desencriptá mi glosolalia, aprehendé mis lucubraciones y así podrás desentrincar tus propios irraciocinios. Diabolizá tus símbolos y sadismate; ¡desucubate de una vez! Desbatoneate e hiperbatoneate; hiperboleate... ¡hiperboluda!

 

Prestá tu oído a mi hodieterna erudición: tu dicción debe sicofantear el arcadumia. Plurivoceá y equivoceá. Ateate, excogitá tus odios y cenotafiá tus '¡oh, Dios!'. Viví tus textos, intertextualizá tu vida, verbalizá tu literatura, aliterá tus verbos.

 

Sindoneate como quieras, desentoná y des-centoná; etimonologá en un registro solamente tuyo para estruir tu propio enquiridión. La postreridad te gustificará y te bustificará. Dale, hacé la imperiencia, practicá la empiria."

 

Sorteando los suspiros, Parole se lamentaba: "¡Oh, Dios!".

 

IV

 

Al despertar Langue y Parole una mañana, tras una noche intranquila, se encontraron convertidas en dos enormes sueños.

 

Saussure las buscó afanosamente, pero sin éxito. Comprendió entonces que no habían existido más que en su imaginación: el suyo había sido siempre un ménage à seulement un.

 

Para mitigar el dolor que lo embargaba, escribió una novela autobiográfica en la que eternizó la memoria -el sueño, la fantasía: la existencia- de sus dos grandes amores. La obra se llamó "Curso de Lingüística General" y, gracias a ella, nuestro héroe pudo vivir feliz y comer perdices para siempre.